“Los que hayáis escogido esta carrera para haceros ricos, olvidaros de la palabra dinero porque no la vamos a utilizar en todo el cuatrimestre”
Esta frase fue la que más me impactó en la primera clase de universidad. La asignatura era Introducción a la Microeconomía. La profesora, Jimena García-Pardo, una de las mejores profesoras que he tenido en la carrera, a pesar de ser socialista, encubierta defensora del PSOE e íntima de Miguel Sebastian.
¿Cómo algo como el dinero que a todo el mundo se le viene a la cabeza cuando oye la palabra economía no es relevante en el desarrollo de una asignatura como esta? Muy fácil. El dinero es un bien que utilizamos como medio de pago. Simplemente eso. La economía es mucho más.
La economía es la ciencia que estudia las decisiones de las personas. Es la simple acción de elegir hacer algo, elegir hacer lo contrario o elegir no hacerlo. Desde el momento en el que nos levantamos ya estamos tomando decisiones. Podemos, o bien quedarnos en la cama, o bien levantarnos e ir al trabajo, facultad… Todo en la vida son decisiones y, por ello, nace una ciencia que estudia el carácter de estas decisiones, así como los patrones que se repiten cuando se dan unos determinados comportamientos. Una ciencia que estudia por qué actuamos de una forma u otra de manera especulativa para alcanzar nuestros fines, para alcanzar la felicidad. Como decía Bernard Shaw, la economía es el arte de sacarle todo el partido a la vida.
Sin embargo, multitud de comentarios se escuchan tanto en la calle, en los bares, en las tertulias, como en los infestados medios de comunicación predominantes, poniendo a caldo todo lo que esté relacionado con la ciencia económica. En algunos casos, incluso, llegan a afirmar que no es una ciencia. Y ya no solo critican a la economía como ciencia, al sistema capitalista o a los “malvados mercados” (críticas que en su mayoría se escuchan solo en tiempos de crisis), sino también a instituciones históricas nacidas de manera espontánea por parte de la población como el dinero.
Por poner un ejemplo del punto al que puede llegar el aborregamiento patrocinado por los medios de comunicación predominantes, un amigo me soltó hace poco esta frase: “Estoy harto del dinero, deberíamos volver al trueque”. Y al soltarme tal estupidez, y quedarse tan pancho, recordé una de las actividades que proponía hace no mucho una de las denominadas asambleas populares simpatizantes del movimiento indignado: mercadillo de trueque. No creo que esta gente no tenga la minima capacidad de reflexionar un poco y darse cuenta de que el trueque es una forma de intercambio inviable en el momento en el que uno no tiene lo que quiere el otro. Por ello, lo único que puedo pensar es que lo hacen con la vaga ilusión de [algún día] acabar con los dichosos mercados y, en general, con el sistema de formación de precios que rige desde hace siglos, para instaurar otros sistemas que todos sabemos cuales son, totalitarismos.
Entre otras sandeces, está la consigna de que todo lo que huele a economía es buscar el lucro propio permanentemente y sin escrúpulos. ¿Tu que estudias? Economía. Y lo primero que piensan es que o te quieres hacer banquero y forrarte, o te quieres hacer broker y forrarte (el 80% de mis amigos flipan cuando les digo que estoy en cuarto de carrera y no he visto nada relacionado con la bolsa), o que te quieres hacer empresario y forrarte explotando trabajadores. A todos los que piensan eso les pondría un ejemplo muy sencillo.
Miércoles. Clase de Estructura Económica de España II. Profesor: Vicente Donoso Donoso. Este señor explica sencillamente genial, a pesar de ser keynesiano reconocido. Nos propone un ejercicio que trataba de algo relacionado con una comparación de tipos (creo recordar) entre bancos españoles e ingleses. Tras hacer unos cálculos, había que interpretar los resultados. Y aquí es donde viene lo bueno. Preguntaba que bancos eran más eficientes: españoles o ingleses. Sin embargo, antes de empezar a hacerlo, nos dice lo siguiente: “No creo que haga falta a estas alturas decir que nos referimos a eficientes desde el punto de vista de que sea beneficioso para la sociedad, no para los bancos. De eso ya se ocuparán ellos”
Estos tan solo son algunos ejemplos de algunas situaciones que he vivido recientemente. Y la única explicación que veo es que son tantas y tantas las noticias y opiniones que nos invaden a diario en estos tiempos de revolución constante en materia tecnológica y de comunicaciones, gracias [por cierto] a los mercados, que se está llegando a un punto de defender ideales y argumentar pensamientos sin pararse a pensarlos. Simplemente porque es lo que predomina. Por unirse a la masa que es más cool. Una mentira dicha muchas veces se puede acabar convirtiendo en verdad. Y más ahora con la facilidad con la que se puede propagar dicha mentira. Por tanto, deberíamos pensar las cosas antes de decir tanta estupidez junta y, sobre todo, no guiarnos por pensamientos establecidos. Aunque a veces sea difícil.